Puedo, mirar el mar de recuerdos
y comprender desde la distancia hechos que en su día colapsaban mi mente, pero
al ver mi reflejo en ese mar me siento cansado. Cansado de tantos choques
contra las olas, cansado de siempre aguantar fuerte el timón para no perder el
rumbo, y aunque reconozco que es una tarea que se me da francamente mal pues a
menudo me he desviado, al final creo que puedo decir que suelo reconducir y volver
a encauzar el navío.
Me siento realmente cansado de
tantas historias, y aunque a este capitán a veces le encante protagonizar
historias épicas de romances y reconquistas, de hazañas de superación y de
incontables relatos, creo que va llegando el momento de atracar en algún
puerto, de dejarnos de batallitas y buscar el mar en calma.
No puedo evitar aferrarme al
recuerdo de esa vida de pirata que tantas alegrías me ha dado, pero como me
dijo hace poco esa luz verde siempre sonriente: “prefiero que vayas llorando
por las esquinas a que vayas dejando gente atrás llorando por ti” y por duro
que sea, tiene toda la razón del mundo, y reconozco que puedo ir con la cabeza
alta y la conciencia limpia, que es algo que antes no podía y eso pesaba en mi
espalda.
Ahora mucho más calmado, mucho
más limpio y con el karma bastante más equilibrado, después de conocer a que
sabe el barro, después de haber llorado mares, de aprender lecciones que ojalá
no hubiera tenido que aprender me apoyo en el pretil de mi ventana y observo
este nuevo horizonte. Y aunque aún vea montes, pero me sabe mucho más a hogar,
quizá no solo por la tierra que baña el sol ante mis ojos, quizá sea yo mismo
que con esta nueva calma me sienta en paz con este mundo con el que llevaba
tiempo sin encajar.
Ahora llega un periodo de
tranquilidad que precede a grandes cambios, un sinfín de dudas a lo lejos, pero
puedo agradecerle, que la última lección que me enseñó ella fue que hay veces
que por mucho empeño que pongas en algo, que aunque pongas toda la carne en el
asador y golpees una y otra vez la mesa, hay decisiones que no dependen de uno
mismo, y aunque fue una lección que me costó asumir hoy me sirve para
comprender que lo que tenga que venir vendrá. Que no tengo que ser mejor
persona para buscar un perdón sino que tengo que ser cada día la mejor versión
de mí mismo para poder acostarme cada noche con una sonrisa y con la conciencia
bien tranquila; pues el único que debe juzgarme soy yo mismo.
Y con esa idea quiero despedirme,
con esa sensación de paz interior que os recomiendo que busquéis. Que podáis
acostaros cada día sabiendo que lo habéis dado todo, que no os habéis dejado un
ápice de vuestro potencial en el bolsillo, que todas y cada una de vuestras
brazadas os han acercado un poco más a vuestro objetivo. Y si alguna vez tras
todo el esfuerzo realizado el objetivo marcado se os escapa, no os confundáis,
mirar atrás y decidme si vuestro sacrificio y determinación no os han llevado a
ser mejores personas y a derrumbar límites de vuestra persona que antes creíais
inamovibles; ¿y no es esa suficiente recompensa?
Y para terminar, como guiño a uno
de mis maestros en este difícil arte que es vivir, termino con una cita como a
él le gusta:
“Nadie nunca logró nada
espléndido fuera de quienes se atrevieron a creer que algo dentro de ellos era
superior a las circunstancias.” Bruce Barton